Hace unos días veía en un video al fundador y Chef de DiverXo, un restaurante de Madrid. Era un día cualquiera, un día frenético en la cocina de su restaurante. Acaba de ganar una estrella Michelin mas, la tercera en tres años,¡casi nada!. Ya es el único de la cuidad que las tiene. A medida que iba leyendo, buscaba paralelismos con mi mundo, el del marketing de las experiencias y las sensaciones.
Me gusta la cocina. Me fascina como los grandes cocineros tienen esa capacidad por seguir descubriendo, innovando en lo que parece que ya todo está inventado. Además, desde hace mucho y llevado a mi profesión, siempre he hablado de la cocina para referirme al lugar en donde tratamos de encontrar caminos para sorprender a los clientes. Nosotros, los que trabajamos en el mundo de las tiendas, también experimentamos sobre nuevos platos y en la manera de presentarlos en la mesa para llamar la atención de los clientes. Analizamos ingredientes con esmero y los mezclamos de todas la maneras posibles para encontrar el olor y el sabor perfecto, todo para que sea casi irresistible querer volver.
David Muñoz lo tiene claro, sirve para 30 comensales, ni uno más, es hasta ahí donde cree que puede llegar con calidad. Sorprende que lo haga con 28 personas, 16 de ellos cocineros. En el video se puede ver como cada uno tiene una posición en la cocina y como literalmente se rozan con su compañero, pero eso si, con todos los sentidos puestos en su trabajo. La cocina no da para más, no creo que sea algo buscado, seguramente si pudiera disponer de un espacio mayor lo tendría. Es una elección, lo primero es lo primero. Y es su fórmula, sabrán los que luchan por una estrella Michelin si es la adecuada o una mas. Lo que es claro es que, hasta hoy, le está dando resultado.
Me llamó la atención ese orden y me lo creo. Aunque quizá, cuando la cámara se apague, las cosas se parezcan mas a lo que sucede en lo mío, donde todos cocinan, todos compran materia prima, todos preparan platos y todos sirven mesas y aún más los que las sirven también cocinan, compran materia prima y presentan platos, incluso tiran los de la cocina para poder servir los suyos. En mi profesión todo el mundo sabe de todo. Y lo cierto es que muchos piensan que es el mejor escenario, porque así alguien acabará acertando.
A mi siempre me ha parecido que cierto «caos» es positivo para sacar cosas de cada uno, cosas que con un orden estricto no sería posible averiguar. Pero creo que debe ser un caos controlado. Algo parecido a lo que ocurre en un equipo de fútbol, por cierto en el mío bastante a menudo. Hay un jugador en cada posición y cada uno está preparado para una función, pero si quedan 15 minutos y la clasificación depende de un solo gol, hasta el portero sube a rematar, o si por contra hay que dejar la portería a cero, se monta el autobús debajo de los palos y el mas fino de los delanteros se tiene que remangar para echar balones fuera.
Cuando no funcionan las cosas, es si desde el minuto uno todos quieren marcar gol y nadie baja a defender o viceversa. Esto suele pasar en las etapas mas inmaduras de los equipos y en algunas empresas, durante toda la vida, porque encuentran en ello una manera de justificar la falta de disciplina y el poco interés por marcar las responsabilidades de cada uno. Así, de ese modo, todos pueden hacer todo aquello que les llena de satisfacción y por el contrario abandonar las tareas mas tediosas, igual las que están en el centro de sus funciones.
Me gusta volver de vez en cuando al «no vale todo», porque me he pasado muchos años escuchando precisamente lo contrario, «todo vale», y reconozco que en cierto modo es como un click que salta cada vez que veo que tienen éxito aquellos que tienen sus procesos claros y los ejecutan igual que la maquinaria de un reloj lanza las agujas segundo a segundo.
Vamos a trabajar para que este sea un perfecto 2014. Feliz Año a todos.!!